Gaza - Vida envuelta en llamas.



Vida envuelta en llamas
Por *Ahmad Yacoub / Gaza

Por gracia o desgracia de la vida yo vivo en un barrio costero de la ciudad de Gaza, en la undécima planta de un edificio de doce, con mi familia: esposa, dos hijos de diez y cuatro años y una hija de ocho años.
Mientras estábamos cenando, y de repente, sonó una explosión tremenda. Los hijos brincaron de sus asientos, con gritos mezclados con un llanto histérico, me miraron con sus ojos inocentes, casi diciendo: “Papá, haz algo por nosotros”.
Ni yo mismo sabía qué hacer; estaba asustado y mi corazón latía fuerte.
Apenas recordé que debía actuar como un padre. Y enseguida fingí el papel de quién ha de mostrarse tranquilo, abrazando a las tres criaturas, repartiéndoles mis besos y empiezo a cantar la canción de “Stand by My” de Timón y Pumba. Y entonces ellos comienzan a cantarla conmigo.
Ya comenzó el ataque. Para mí, da igual cómo se defina: es una catástrofe, y nada más.
El humo negro llega a mi ventana mezclado con las sirenas de las ambulancias, el ruido de los sofisticados cazas y el zumbido de los drones.
La Franja de Gaza no es un estado propiamente dicho, ya que no tiene ejército, ni baterías antiaéreas, ni existe en toda la Franja un solo refugio público donde puedan refugiarse las niñas, niños ni ancianos. No hay una sola sirena para avisar del comienzo del ataque. Gaza sufre prolongados cortes de electricidad, de agua, de combustible y de medicamentos.
Gaza lleva años bajo un embargo impuesto por las autoridades de la ocupación israelí.
Ahora ya no hay electricidad, internet o TV para poder seguir las noticias.
El bombardeo fue tremendo, no puedo encontrar una descripción apropiada de esta matanza. Desaparecen el tiempo y las palabras, porque las bombas no oyen los gritos de los niños; no ven los ojos de las niñas cuando se llenan de angustia.
Cualquier doctrina extremista no es compatible con la paz.
Dormir y vivir con el miedo todo el día. Muchas víctimas caen todos los días, deslizándose en la ladera de manera inquietante.
Lo más difícil de la muerte en Gaza es cuando recibes una llamada telefónica del ejército israelí que te dice: “Tienes que evacuar tu casa. Va a ser bombardeada en cuestión de minutos”.
Imagínese... en unos minutos todo va a ser borrado de la faz de la Tierra... Tu vida, los recuerdos de la familia, fotografías, las cosas que amas, tu biblioteca, esa colección de poemas que he leído, aquellos que he escrito, la carta de una madre y los mensajes por escribir, cuadros en las paredes, el olor del hogar, tu dormitorio y el jazmín de la ventana.
Al final no te puedes llevar más que tus documentos y huir apresuradamente con la familia. Si no, seríamos unos simples números más en la lista de muertos.
Me duele escuchar a un padre romper su Libro de Familia mientras grita histérico. Comentan que ha perdido la razón. El Libro ahora es inútil porque toda su familia dejó de existir enterrados bajo las ruinas de su casa bombardeada.
La población de Gaza, en su soledad, conoce bien el valor de la vida, porque ve contínuamente la cara de la muerte.
En otra esfera, los analistas difieren en sus predicciones. Algunos dicen que el objetivo de la agresión es transmitir a la resistencia el alto precio que tienen los efectos del continuo lanzamiento de cohetes; otros cuestionan la salvaje operación militar porque las pérdidas podrían ser enormes. En Israel hay desacuerdos entre la Fuerza Aérea y la Inteligencia, ya que no cuentan con información sobre la ubicación de los lanzadores de cohetes. Hay analistas en Israel que opinan que la guerra no va a lograr los objetivos perseguidos. Pero en medio de esta confusión, la fuerza militar es ciega, la fuerza aérea continúa apuntando a objetivos civiles en un intento de desestabilizar el frente interno palestino.
A pesar de las pérdidas, de las muertes, los heridos y la destrucción de la población de Gaza, la batalla ha entrado en una lucha de voluntades. 

*Ahmad Yacoub  
Periodista, escritor y poeta residente en Gaza.  

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